- ¡Lapitia!
Pérdidu la seguía llamando pero no obtenía respuesta. La casa estaba en silencio. Ni siquiera se oían los maullidos del gato.
-¡Lapitia! ¡Abre la puerta! ¡Necesito tu ayuda!
Pérdidu se asomó a la única ventana de la minúscula casa de madera, pero no logró ver nada. Unas cortinas gruesas ocultaban todo lo que se encontraba en el interior.
El joven estaba perdiendo los nervios. Comenzó a rodear la casa. Sabía que no podía golpear la puerta porque la bruja no lo soportaba. Sólo respondía a los gritos a través de la pared.
- ¡Lapitia! ¡Por favor!
Pérdidu se sentó sobre una piedra con su cabeza apoyada en las palmas de sus manos. No soportaba aquella ausencia de respuesta. Pronto pasó el tiempo y empezó a oscurecer. Cuando el joven cazador se irguió y cogió su bolsa para irse, la puerta de la casa de madera se abrió y la bruja le habló:
- ¿Ya estás aquí otra vez? ¿Qué quieres hoy?
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