lunes, 21 de febrero de 2011

La decisión

Lapitia tomó una decisión. Rosagrís ya tenía seis años y todavía no sabía leer y escribir. Por eso, la bruja le dijo:
- Debes ir a la escuela.
Rosagrís no sabía qué era una escuela así que le contestó:
- No quiero ir a ese sitio.
La bruja le preguntó:
- ¿Por qué?
Y la niña de ojos grises le contestó:
- Porque yo sólo conozco un sitio y estoy muy bien en él. Me encuentro bien aquí, en casa.
Lapitia pensó que, tal vez, la pequeña tenía razón, pero la tranquilizó con estas palabras:
- Puede que ahora pienses que el único lugar bonito y tranquilo sea esta casa, pero te diré que en la escuela encontrarás algo que no has encontrado aquí.
- ¿Qué encontraré?- Le preguntó la niña con los ojos muy abiertos.
- Encontrarás un objeto muy valioso.
- ¿Qué objeto?
- Un libro.
- ¿Y qué es eso?
- Es otro tipo de casa.

jueves, 3 de febrero de 2011

La maldición

   La niñez de la brujita Lapitia se desvaneció muy pronto. Era una niña sin padres, vivía en las entrañas de un bosque espeso, se alimentaba de los frutos de los árboles y de las flores rojas que crecían en los prados. Como estaba sola, la naturaleza quiso que la pequeña perdiese su niñez muy pronto y así, la bruja, se convirtió pronto en una mujer adulta. Cuando cumplió veintinco años decidió construirse una casa de madera. Ese mismo año fue el primero que Lapitia pisó el pueblo y vio a los demás seres humanos. Estos la vieron a ella y se asustaron. El miedo era lógico: habían visto a una mujer hermosa cubierta de harapos, con el pelo revuelto y los pies descalzos.
   Aquel día una mujer ancianda, encorvada, le acercó su bastón a la altura de su pecho, se lo dio, y le djio:
  - Tú te llamas Lapitia y estás maldita. Tu maldición es que jamás podrás tocar a ningún ser humano. Has sentido el calor de los árboles y de las flores, has construido un hogar cálido, pero jamás podrás sentir el calor de un ser humano.
   Lapitia conocía a esa anciana encorvada y también conocía el bastón que le había dado. Sin embargo, desconocía aquellas palabras y sintió que aquella maldición era cierta.