jueves, 2 de septiembre de 2010

Pérdidu

    - Lapitia, necesito que me ayudes.- le respondió el joven cazador a la bruja.
    - Hoy no puedo. Estoy más ocupada que nunca.
    - ¿Por qué?
    - No te lo puedo contar. Recoge tu bolsa y vete.
    - Por favor, Lapitia, estoy desesperado. Ella vuelve a huir de mí. No quiere verme.
     La bruja nunca había visto a Pérdidu tan nervioso. Realmente necesitaba su ayuda una vez más.
     - Está bien ¿qué quieres? ¿lo de siempre?
    - Sí, por favor. Sólo necesito un poco. Lo suficiente para que ella no huya de mí y me escuche una vez. Sólo te pido que me escuche. Ni siquiera te pido un abrazo, o un beso. Necesito hablarle, explicarle...
    - Para ya- lo interrumpió Lapitia.- Basta de quejarte como un niño. Ya tienes quince años.
    - De acuerdo, buena bruja. Me callo.
     En ese momento Pérdidu oyó maullar al gato en el interior de la vivienda, pero aquél no era un maullido normal. Aquel sonido se parecía más al llanto de un bebé.
    - ¿Qué le pasa hoy a tu gato? ¿Parece que maúlla de una forma extraña?
    La bruja volvió a regañarle, nerviosa.
    - ¡Te he dicho que te calles! Espera aquí afuera y te traeré el té que necesitas.
   Pérdidu se sentó de nuevo sobre una de las piedras que rodeaban la casa y observó cómo Lapitia entraba en ella y cerraba la puerta con cuidado. El cazador seguía preguntándose, como todos los días, por qué aquella mujer tan guapa y tan elegante seguía viviendo en la profundidad del bosque, alejada de los demás seres humanos.