lunes, 30 de agosto de 2010

La casa

    - ¡Lapitia!
     Pérdidu la seguía llamando pero no obtenía respuesta. La casa estaba en silencio. Ni siquiera se oían los maullidos del gato.
    -¡Lapitia! ¡Abre la puerta! ¡Necesito tu ayuda!
    Pérdidu se asomó a la única ventana de la minúscula casa de madera, pero no logró ver nada. Unas cortinas gruesas ocultaban todo lo que se encontraba en el interior. 


    El joven estaba perdiendo los nervios. Comenzó a rodear la casa. Sabía que no podía golpear la puerta porque la bruja no lo soportaba. Sólo respondía a los gritos a través de la pared.
    - ¡Lapitia! ¡Por favor!
    Pérdidu se sentó sobre una piedra con su cabeza apoyada en las palmas de sus manos. No soportaba aquella ausencia de respuesta. Pronto pasó el tiempo y empezó a oscurecer. Cuando el joven cazador se irguió y cogió su bolsa para irse, la puerta de la casa de madera se abrió y la bruja le habló:
    - ¿Ya estás aquí otra vez? ¿Qué quieres hoy?
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domingo, 29 de agosto de 2010

El invierno

      
La criatura estaba escondida entre varios arbustos y sus gritos sonaban al compás del viento. La mujer de gris se acercó a ella, se quitó uno de sus guantes y acercó el dedo índice hacia el bebé. La manta que cubría a ese pequeño ser se abrió como los pétalos de una flor al nacer el sol y la mujer de gris vio el cuerpo de una niña de pocos meses.
     La piel de la niña era blanca, casi transparente, sus ojos estaban semicerrados y era difícil adivinar cuál era su color, pero lo que más llamó la atención de la mujer de gris fue el cabello de la pequeña. Su pelo era grisáceo, como su propio vestido. Parecía hecho de plata antigua.
     La mujer acercó su dedo índice una vez más sobre el cuerpo de la pequeña y fue justo entonces cuando sintió que su alma tiritaba. Fue entonces cuando la mujer de gris sintió frío en su interior. Parecía que el invierno estaba dentro de aquella niña. La mujer cogió la manta que antes había desdoblado y la puso encima de la pequeña. Entonces tomó a la criatura en sus brazos, sopló sobre el suelo en el que había reposado antes aquel gélido cuerpo y, al instante, desapareció entre los árboles. El sol ya empezaba a salir.

sábado, 28 de agosto de 2010

Así comenzó todo...

         La mujer del vestido gris caminaba muy despacio mientras observaba todo lo que se encontraba a su alrededor: las plantas, los árboles, la tierra húmeda, las huellas de las ardillas… Pronto encontró lo que buscaba. Se acercó muy despacio a un matorral de hojas secas y flores rojas y empezó a oler cada una de las flores. A continuación las palpó con cuidado y arrancó un pétalo de cada una de ellas. Guardó todos los pétalos en uno de los bolsillos de su vestido.

        Al instante, el matorral se quedó sin flores y las hojas secas se deshicieron. El matorral se transformó en polvo y después el polvo desapareció. La mujer de gris sonrió para sí y metió su mano izquierda dentro del bolsillo donde estaban los pétalos que había guardado, tomó uno de ellos y lo enterró con cuidado en la tierra que se había quedado desnuda. Suspiró y siguió caminando por el bosque. Sus pasos eran firmes. Comenzó a refrescar y decidió ponerse la capucha de su vestido sobre la cabeza. Al momento oyó un sonido que resultaba muy extraño en aquel bosque. Era el llanto de un bebé.
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